Oh María, Madre del Verbo encarnado y Madre dulcísima, estamos aquí a tus
pies mientras comienza un nuevo día, un nuevo don del Señor. Depositamos
en tus manos y en tu corazón todo nuestro ser. Nosotros seremos
totalmente tuyos en la voluntad, en el pensamiento, en el cuerpo, en el
corazón. Tú forma en nosotros, con bondad maternal, en este día una vida
nueva, la vida de tu Hijo Jesús. Previene y acompaña, oh Reina del
Cielo, con tu inspiración materna, también nuestras más pequeñas
acciones para que todo sea puro y grato a la hora del Sacrificio Santo e
Inmaculado. Haznos santos, oh Madre de bondad. Santos como Jesús nos ha pedido y tu corazón
ardientemente lo desea. Así sea.
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