Amén.
Uno
de sus discípulos le pidió a Jesús que los enseñara a orar y Él lo
hizo, enseñándoles la oración del Padrenuestro. Es así como Jesús nos
regaló esta oración siendo la oración cristiana fundamental, la que
todos nos sabemos, grandes y chicos, la que rezamos en la casa, en el
colegio, en la Misa. A esta oración también se le llama “Oración del
Señor” porque nos la dejó Cristo y en esta oración pedimos las cosas en
el orden que nos convienen. Dios sabe que es lo mejor para nosotros. A
través del Padrenuestro vamos a hablar con nuestro Padre Dios. Se trata
de vivir las palabras de esta oración, no solo de repetirlas sin
fijarnos en lo que estamos diciendo. El Padrenuestro está formado por un
saludo y siete peticiones.
Saludo
PADRE NUESTRO QUE ESTÁS EN E L CIELO. Con esta pequeña frase nos ponemos
en presencia de Dios para adorarle, amarle y bendecirle.
¡PADRE! : Al decirle Padre, nosotros nos reconocemos como hijos suyos y
tenemos el deseo y el compromiso de portarnos como hijos de Dios, tratar
de parecernos a Él. Confiamos en Dios porque es nuestro Padre.
PADRE “NUESTRO”: Al decir Padre Nuestro reconocemos todas las promesas
de amor de Dios hacia nosotros. Dios ha querido ser nuestro Padre y Él
es un Padre bueno, fiel y que nos ama muchísimo. “Padre Nuestro” porque
es mío, de Jesús y de todos los cristianos.
“QUE ESTÁS EN EL CIELO”: El cielo no es un lugar sino una manera de
estar. Dios está en los corazones que confían y creen en Él. Dios puede
habitar en nosotros si se lo permitimos. Dios no está fuera del mundo,
sino que su presencia abarca más allá de todo lo que podemos ver y
tocar.
Las siete peticiones
Después de ponernos en presencia de Dios, desde nuestro corazón diremos
siete peticiones, siete bendiciones. Las tres primeras son para dar
gloria al Padre, son los deseos de un hijo que ama a su Padre sobre
todas las cosas. Las cuatro últimas le pedimos su ayuda, su gracia.
1.SANTIFICADO SEA TU NOMBRE: Con esto decimos que Dios sea alabado,
santificado en cada nación, en cada hombre. Depende de nuestra vida y de
nuestra oración que su nombre sea santificado o no. Pedimos que sea
santificado por nosotros que estamos en Él, pero también por los otros a
los que todavía no les llega la gracia de Dios. Expresamos a Dios
nuestro deseo de que todos los hombres lo conozcan y le estén
agradecidos por su amor.
Expresamos nuestro deseo de que el nombre de Dios sea pronunicado por
todos los hombres de una manera santa, para bendecirlo y no para
blasfemar contra él. Nos comprometemos a bendecir el nombre de Dios con
nuestra propia vida.
2.VENGA A NOSOTROS TU REINO: Al hablar del Reino de Dios, nos referimos a
hacerlo presente en nuestra vida de todos los días, a tener a Cristo en
nosotros para darlo a los demás y así hacer crecer su Reino; y también
nos referimos a que esperamos a que Cristo regrese y sea la venida final
del Reino de Dios.
Cristo vino a la Tierra por primera vez como hombre y nació humildemente
en un establo. En el fin del mundo, cuando llegue la Resurrección de
los muertos y el juicio final, Cristo volverá a venir a la Tierra, pero
esta vez como Rey y desde ese momento reinará para siempre sobre todos
los hombres. Se trata de ayudar en la Evangelización y conversión de
todos los hombres. Hacer apostolado para que todos los hombres lo
conozcan, lo amen.
Pedimos el crecimiento del Reino de Dios en nuestras vidas, el retorno de Cristo y la venida final su Reino.
3.HÁGASE TU VOLUNTAD EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO: La voluntad de Dios,
lo que quiere Dios para nosotros es nuestra salvación, es que lleguemos
a estar con Él.
Le pedimos que nuestra voluntad se una a la suya para que en nuestra
vida tratemos de salvar a los hombres. Que en la tierra el error sea
desterrado, que reine la verdad, que el vicio sea destruido y que
florezcan las virtudes.
4.DANOS HOY NUESTRO PAN DE CADA DÍA: Al decir “danos” nos estamos
dirigiendo a nuestro Padre con toda la confianza con la que se dirige un
hijo a un padre.
Al decir “nuestro pan” nos referimos tanto al pan de comida para
satisfacer nuestras ncesidades materiales como al pan del alma para
satisfacer nuestras necesidades espirituales. En el mundo hay hambre de
estos dos tipos, por lo que nosotros podemos ayudar a nuestros hermanos
necesitados.
5. PERDONA NUESTRAS OFENSAS COMO TAMBIÉN NOSOTROS PERDONAMOS A LOS QUE NOS OFENDEN.
PERDONA NUESTRAS OFENSAS: Los hombres pecamos y nos alejamos de Dios,
por eso necesitamos pedirle perdón cuando lo ofendemos. Para poder
recibir el amor de Dios necesitamos un corazón limpio y puro, no un
corazón duro que no perdone los demás.
COMO TAMBIÉN NOSOTROS PERDONAMOS A LOS QUE NOS OFENDEN: Este perdón debe
nacer del fondo del corazón. Para esto necesitamos de la ayuda del
Espíritu Santo y recordar que el amor es más fuerte que el pecado.
6. NO NOS DEJES CAER EN TENTACIÓN
El pecado es el fruto de consentir la tentación, de decir sí a las
invitaciones que nos hace el demonio para obrar mal. Le pedimos que no
nos deje tomar el camino que conduce hacia el pecado, hacia el mal. El
Espíritu Santo nos ayuda a decir no a la tentación. Hay que orar mucho
para no caer en tentación.
7. Y LÍBRANOS DEL MAL
El mal es Satanás, el ángel rebelde. La pedimos a Dios que nos guarde de
las astucias del demonio. Pedimos por los males presentes, pasados y
futuros. Pedimos estar en paz y en gracia para la venida de Cristo.
AMÉN: Así sea.
Como te das cuenta, al rezar el Padrenuestro, le pides mucha ayuda a
Dios que seguramente Él te va a dar y al mismo tiempo te comprometes a
vivir como hijo de Dios.
Tomado de: https://es.catholic.net/op/articulos/16901/el-padrenuestro.html#modal
En el nombre del Padre
y del Hijo
y del Espíritu Santo. Amen.
Todos lo hacemos…, y lo hacemos en todo tipo de situaciones: al sorprendernos, cuando nos asustan, cuando rezamos, y cuando nos servimos de la piedad para hacer chiste, hasta cuando entramos al campo de juego en un partido de fútbol… Desde pequeños hemos aprendido a persignarnos mientras recitamos las palabras: “En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.” Quizá llevamos 10, 20, 30 ó 50 años moviendo nuestra mano derecha de la frente al vientre y al pecho, trazando una cruz, pero ¿cuántas veces lo hemos hecho 100% conscientes de lo que significa?
Quizá empezamos el día con la señal de la cruz; quizá terminamos el día de la misma manera. ¡Cada Misa, cada rosario, cada oración! Y lo hacemos con tanta monotonía y desinterés. Así como en el deporte, en cualquier carrera, en la vida, a veces hay que volver al inicio: “Back to basics…”
Cuando trazamos esa cruz con nuestra mano, estamos recordando el precio pagado por nuestra salvación; estamos recordando el Amor que Dios nos ha mostrado calvado en esa cruz. Al decir esas palabras, estamos poniendo en las manos de ese Dios que nos ama, todos nuestros pensamientos, todas nuestras acciones, todo nuestro ser. Le estamos diciendo “gracias por haberme amado”. Le estamos gritando “yo también te amo y por eso quiero que todo lo que estoy a punto de hacer sea para darte gloria, para mostrarte mi amor.
Y por eso lo quiero empezar, vivir y terminar en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.”
Tomado de: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo